Los partidos hegemónicos en regímenes híbridos: ¿qué tanto se rompió el sistema de partidos en Paraguay y México?
La historia política de México y Paraguay contrasta con las abruptas transformaciones y rupturas tanto de sistemas de partidos como de regímenes que sufrieron la mayoría de los países latinoamericanos. En efecto, uno de los signos distintivos de América latina es el constante movimiento político y la emergencia recurrente de nuevas siglas partidarias (Alcántara, 2001), siendo anomalías las que consiguen establecerse como ejes del sistema de partidos por más de un siglo (Colombia, Uruguay y Paraguay). En este sucinto balance, es posible observar que ambos países vivieron grados de autoritarismo importantes sin aperturas durante una buena parte del siglo XX, razón por la que fueron clasificados como sistema hegemónico de partidos (Mainwaring, 1996) generalmente adjetivados como autoritarios (Sartori, 1976). Estos sistemas engendraron los partidos latinoamericanos más longevos de la región : tanto el Partido Colorado (PC) paraguayo durante la “hegemonía colorada” (1947-2008) aunque fundado en el siglo XIX y el PRI mexicano (1929-2000). Una divergencia es que el PC tuvo la mano dura del dictador A. Stroessner (1954-1989) y el PRI a una “dictadura perfecta” donde se evitaba la personalización “reemplazando sus dictadores cada seis años” (Brandenburg 1964:141). Ahora bien, se auguraba que cuando éste tipo de partidos perdiera o decidiera jugar con reglas electorales, desaparecerían como le pasó al partido comunista soviético (Huntington, 1994; Crespo, 2011, Castañeda, 1999). No obstante, lo que sucedió después de la apertura electoral (2008 en Paraguay y 2000 en México), sigue provocando querellas incesantes. En nuestra presentación, pretendemos observar las condiciones objetivas de ambos sistemas de partidos y cómo permiten a ciertos partidos una resiliencia para sobrevivir (Langston, 2017). De esta forma observaremos si, el sistema mexicano y paraguayo se rompieron y qué tanto, o si es posible identificar a sus otrora partidos hegemónicos como los eterno partido a vencer (Perez Talia, 2018). Enmarcamos el debate en lo que P. Rosanvallon llama la “era de la desconfianza” (2006) donde las democracias inacabadas terminan estando en contra de ellas mismas (Gauchet 2002), ofreciendo a los partidos hegemónicos regímenes híbridos donde pueden ser tanto autoritarismos como competitivos (Levitsky y Way, 2010).