Brasil y México: avances y estancamientos en materia de políticas de igualdad social

Ante la persistencia de problemas como la pobreza, la marginación y la desigualdad social, varios países latinoamericanos con gobiernos progresistas impulsaron un conjunto de políticas sociales de gran envergadura. Consistentes en transferencias económicas directas, sus resultados han sido en general positivos, reivindicando la función social del Estado, que había sido desdeñada por los primeros gobiernos democráticos de la región. En esta ponencia estudiamos dos de las primeras experiencias de atención a la pobreza y la desigualdad social. Aquí analizaremos principalmente los programas sociales de los gobiernos de Luiz Inacio Da Silva y Dilma Rousseff, representantes del Partido de los Trabajadores, que comprenden el periodo 2003-2016; y los gobiernos de los panistas Fox y Calderón, del Partido Acción Nacional, de 2000 a 2012 y una parte del sexenio del priísta Enrique Peña Nieto. Las políticas sociales de gran calado fueron impulsadas por gobiernos tan disímbolos como los de Brasil y México. El primero avanzó de manera pronunciada gracias no sólo a las políticas sociales, que ampliaron y recibieron mayores recursos, sino por el crecimiento de la economía. En el segundo, por el contrario, los problemas se incrementaron debido al mantenimiento de un modelo de desarrollo que se ajustó sin dudar a las directrices del neoliberalismo, incluso después de la alternancia por la derrota del PRI, partido gobernante por 71 años. Durante sus dos gestiones sexenales, el PAN dio continuidad a todas las políticas, sin colocar como prioridad la problemática social. El PRI volvió al poder en 2012 para ratificar el programa neoliberal, consiguiendo al final de su mandato mejoras apenas perceptibles en una parte reducida de la población. Las experiencias de los casos señalados son similares en cuanto a los problemas sociales más apremiantes: la pobreza y la desigualdad social; pero los gobiernos y sus estrategias fueron distintos. Sus resultados son diferenciados y más positivos en el gigante sudamericano que en México.

Francisco Reveles Vázquez /Universidad Nacional Autónoma de México